CONCLUSIÓN
Los problemas de aprendizaje no definen a un niño, pero sí pueden marcar su experiencia escolar si no se identifican y abordan adecuadamente. Cada estudiante tiene un ritmo, una forma única de comprender el mundo y un potencial inmenso por descubrir. Por eso, la educación inclusiva y diferenciada no debe ser una excepción, sino una norma en nuestras aulas.
Reconocer, apoyar y acompañar a los niños con dificultades de aprendizaje es una responsabilidad compartida entre docentes, familias y profesionales. Solo así podremos garantizar entornos donde todos los niños aprendan sin barreras y desarrollen al máximo sus capacidades.
Porque cuando un niño se siente comprendido, todo es posible.